El nuevo faraón cambia su nombre por el de Ekhnatón (adorador de Atón) y al poco tiempo decide construir en mitad de la nada una ciudad nueva llamada Aketatón (la ciudad del horizonte de Atón.
¿Quién era Atón?
Por los restos encontrados en la abandonada ciudad de Amarna, es clara la intención de Akenatón de posicionarse entre el dios Atón y el simple adorador, sin intermediarios, sin sacerdotes en medio, sin clero. Por ende el refuerzo de la autoridad real, ya no en el plano espiritual sino eminentemente político, es un objetivo palpable en los distintos restos encontrados en las tumbas o los altares de los templos. Atón se representaba como un gran disco solar, del que salían brazos en disposición radial, que terminaban en manos con el signo “ang” de la vida con las que recogía las ofrendas, dando a cambio luz y vida. No se han conservado imágenes antropomórficas, tan comunes en la religión egipcia, del dios Atón, ya sea en forma de esculturas, pinturas o bajorrelieves. Atón era la forma del dios del sol en la tarde y personificaba la fuente de toda vida. Amenhotep III había protegido el culto a Atón, y Akenatón llevó al límite el sentido religioso de adoración del símbolo solar, convirtiendo a Atón en el dios personal del faraón, y por ende, en el de todos y cada uno de sus súbditos. Además, Akenatón no solo erigió en el Templo de Karmak un santuario dedicado a Atón sino que fundó una nueva capital político-religiosa: Ajetatón.