Nafuria, el origen de Dios ¿Es Atón el origen del Dios bíblico?

El nuevo faraón cambia su nombre por el de Ekhnatón (adorador de Atón) y al poco tiempo decide construir en mitad de la nada una ciudad nueva llamada Aketatón (la ciudad del horizonte de Atón.

¿Quién era Atón?

Por los restos encontrados en la abandonada ciudad de Amarna, es clara la intención de Akenatón de posicionarse entre el dios Atón y el simple adorador, sin intermediarios, sin sacerdotes en medio, sin clero. Por ende el refuerzo de la autoridad real, ya no en el plano espiritual sino eminentemente político, es un objetivo palpable en los distintos restos encontrados en las tumbas o los altares de los templos. Atón se representaba como un gran disco solar, del que salían brazos en disposición radial, que terminaban en manos con el signo “ang” de la vida con las que recogía las ofrendas, dando a cambio luz y vida. No se han conservado imágenes antropomórficas, tan comunes en la religión egipcia, del dios Atón, ya sea en forma de esculturas, pinturas o bajorrelieves. Atón era la forma del dios del sol en la tarde y personificaba la fuente de toda vida. Amenhotep III había protegido el culto a Atón, y Akenatón llevó al límite el sentido religioso de adoración del símbolo solar, convirtiendo a Atón en el dios personal del faraón, y por ende, en el de todos y cada uno de sus súbditos. Además, Akenatón no solo erigió en el Templo de Karmak un santuario dedicado a Atón sino que fundó una nueva capital político-religiosa: Ajetatón.

Hipótesis sobre el enigmático Akenaton

Dos investigadores franceses, judíos para más señas, llamados Roger y Messod Sabbah, autores de Los secretos del Éxodo, sostienen que  Abraham, el padre de los creyentes y la piedra angular de las tres grandes religiones monoteístas, no era el patriarca bíblico, sino el faraón Akenatón. Y Moisés no era, como cuenta la Biblia, hijo de «un hombre y una mujer de la tribu de Leví», sino un general egipcio, seguidor de la religión de Abraham Hace más de 20 años, los dos hermanos se plantearon la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que Abraham y Moisés en particular, y el pueblo hebreo en general, no dejaran rastro alguno en el antiguo Egipto, pese a ser éste el escenario de gran parte del Antiguo Testamento? Y la respuesta la encontraron después de más de dos décadas de exhaustivos estudios filológicos, lingüísticos y arqueológicos. Lo primero que hicieron los dos hermanos judíos fue comparar los textos de la Biblia hebrea y aramea a partir de la exégesis de Rachi (1040-1105), autor de un comentario del Antiguo Testamento basado en el Pentateuco hebreo y en la Biblia aramea. Después, realizaron excavaciones en Egipto y estudiaron a fondo las pinturas murales que ornan las tumbas del Valle de los Reyes, donde descubrieron, escondidos entre los jeroglíficos, diversos símbolos de la lengua hebrea. Y poco a poco fueron uniendo los cabos del rompecabezas que les condujo a este excepcional hallazgo: que los judíos son de origen egipcio.


José Ortega

EL AUTOR: José Ortega es licenciado en Historia Antigua-Arqueología y Derecho. Hombre de cine, ha coproducido tres largos de ficción dirigidos por el maestro del género  de fantasía Juan Piquer /(La isla del diablo, Manoa y El escarabajo de oro) y escrito y dirigido las series de TV sobre Arqueología y Antropología Génesis, Camins per la Mar y Crónicas de la Tierra Encantada, además del cortometraje La dama del mar y los documental de formato único Retorno al país de la penumbra, Mayo (una visión espiritual de la spanish revolution) y Libres pero sin alas. En narrativa ha publicado las novelas Gilgamesh y la muerte, El príncipe pálido, La piedra resplandeciente, El árbol de la vida, Mi hombre ideal, El camino al paraíso, La tumba y El último sueño de la mariposa, además de la presente obra.  Ha dictado las conferencias El viaje del héroe en el mito mediterráneo, Secretos de la tradición oral, Gilgamesh, Hercules, Yaveh y Jesus de Nazareth a la luz de la mitología y El viaje del héroe en la espiritualidad primitiva.